sábado, 30 de mayo de 2015

Cosas que... ¿pasan?


Este es el recuento de algunos sentimientos, pensamientos y emociones que he logrado recoger durante un ataque de pánico. Estaba MUY bien antes de esto, me estaba sintiendo genial y había tenido un gran día, y no sé qué sucedió.
Son divagaciones. Si esto no le interesa, no pierda el tiempo en leerlo.
En cambio, si usted ha sentido o siente cosas similares... sé que sentirse identificado con otra persona ayuda a aliviar el dolor.
Llevo muchos años en estos padecimentos. Si alguno de ustedes tiene dudas, preguntas o comentarios, estaré gustosa de poder ayudarles. 




Estoy recurriendo a descargar los camiones de demonios aquí.
Parece que es más efectivo que tratar de decirle a alguien lo que sucede...
A algunos puedo decirles, y no me entienden, o se enojan o burlan. 
A otros puedo, pero están en la distancia.

En este preciso momento estoy teniendo un ataque de pánico, según parece. Puro, fuerte. Con todo lo que se necesita para sacarlo a uno de sus casillas.

Y estoy fuera de mis casillas, pero no sé si es que realmente la medicación ha funcionado o que ya aprendí a controlarme corporalmente.
Pero ya no corro por todo lado, ni me muevo desesperadamente, ni lloro ni me lamento en altas voces. 


Ahora todo lo sufro sólo adentro. Y eso no significa que sea menos.
Antes era mejor
Me tiemblan las piernas, a veces tanto que siento que pierden la fuerza para caminar.
Siento escalofríos y me tiemblan las manos también al escribir. 
Quisiera poder congelarme un momento para no sentir ninguna sensación corporal, pero en realidad necesito calor. 

Siento muchísimo frío. Tengo náuseas y un horrible vacío en mi pecho, como si fuera un hueco.

Mis pulsaciones están muy elevadas. Podría saltar mi corazón en cualquier momento, junto con mi hígado o todos mis intestinos.


Lo digo aquí porque no tengo intención de hablarlo. No quiero perder el tiempo.
Sé que ustedes saben lo que se siente, y eso me basta. Que al menos estas letras sirvan para que otro se identifique, como ya he dicho antes.

No quiero llorar delante de nadie.
No quiero perder palabras. Tampoco quiero perder silencios.
Ahora me duele la cabeza. Y no lloro, tampoco, aunque quiero.
Aunque aun siento mi cuerpo, ya no siento mi ser.

Ya me fui otra vez. ¡Maldita sea!

Traté de jugar un videojuego. 

Traté de leer un libro de mi autor favorito.
Traté de comer, pues llegué a casa con mucha hambre, después de un ajetreado y bonito día.

Y no fue posible. 

Y ya puedo soltar un par de lágrimas al pensar en que, ni siquiera ello, logró producirme un centímetro de satisfacción.

Sí, ocasionalmente se mide con un metro. Pero los últimos meses, generalmente la semana no alcanza a llegar a un metro de alegría.
Los fines de semana suelen salvarlo. Puedo llegar con 15 cms. de satisfacción al viernes, y hacer 40, 60 y más en un sábado y un domingo (razones personales).

Aunque a veces tampoco es posible. 

Ni siquiera mis alegrías salvan mis tristezas. 

Se supone que para eso las creé. 
Se supone que así las siento. Más poderosas.
Aunque ambas hermosas, claro. Nunca podré hablar mal de ningún sentimiento o emoción.

Para eso vivo. Para sentir.

El problema es que estos estados son más complejos. No son explicables temporal, lógica y... tal vez ni emocionalmente.
Admito que me tomé media dosis más. No me importa quién lo sepa.
No me voy a morir. Sólo es necesaria un poco de calma por obligación.

Sinceramente, no quiero explotar.

Es que los demonios no se quieren ir. 
Creo que se quedarán a vigilarme el sueño. Ellos tampoco desean que me vaya... ellos me miran bondadosamente, pero no tienen la culpa de ser lo que son.

No sé si esta noche deseen golpearme en la cara otra vez.
¿Será que son ellos quienes lo hacen? 
Yo a veces los considero culpables.


No más.

Mañana me preguntaré el porqué.
Ahora no lo encuentro, y no tengo ganas de buscarlo.
Todo siempre llega cuando le viene en gana. Mi mente ni tiene una cadena de causalidad en funcionamiento adecuado.

Adiós. Creo que ya puedo dormir.
Ya no quiero más... este día.

Es válido morirse aunque sea una noche.





K.S. a 30 de mayo, en horas de la noche.




jueves, 21 de mayo de 2015

E L quinquenio


Sé que lo que había prometido era una entrada en Lírica Bizarra pero no lo pude evitar. Me estoy metamorfoseando y… a veces, extrañamente, no me siento siquiera como yo misma y no me importa revelarme.
Metamorfosis, realizada con una técnica mixta de collage y gouache sobre papel, obra de Isabel Béjar López

Ayer, precisamente, publiqué un par de frases de ‘Primavera con una esquina rota’, un libro de Benedetti, de los pocos a los que me he atrevido a echar ojo mental respecto a Latinoamérica. Pero ese no es el lío. El caso es que no puse la frase porque ‘me pareció bonita’ ni mucho menos. Siempre, casi siempre, todo tiene una intención escondida.
El fragmento es el siguiente:

''La primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rota \ era inevitable no iba a conservarse enterito después de este quinquenio más bien nutrido \ pero aun con una esquina rota el espejo sirve para la primavera sirve...''

No voy a hacerles un spoiler del libro porque no quiero dañar la lectura de nadie. El caso es que iba leyendo y… esta parte, la final del libro, me iba abstrayendo más y más.
Quiero libremente comentarles que hace un quinquenio, aproximadamente, empezó una de las épocas más dolorosas de mi vida. De mi vida personal, de lo que tiene que ver solamente con mi persona. Pues, hace casi 7 años todo vino en decadencia desde la enfermedad de mi madre, que es una luchadora que sobrevivió al cáncer.
Pero, esos años de lucha (porque una persona con cáncer no lucha sola sino en compañía de sus seres queridos) también dejaron una enorme huella en mí, como en mis otros familiares. Sólo que yo ya tenía mis ‘problemas de ansiedad sin especificación’ y exploté después de que mi madre estuvo fuera de peligro.
Ese quinquenio me tuvo 7 veces en el hospital. En el terrible hospital. Tomé una cantidad de medicación y de tan diversos tipos que creo que no podrían imaginarlo; me he hecho experta empíricamente en psiquiatría. Mi hígado sufrió graves consecuencias, al igual que mis riñones. El grado de intoxicación de mi cuerpo fue, y sigue siendo, bastante alto. Eso, además de altercados que se sufren en esos intervalos y que no quiero expresar tan públicamente.
Tuve varias ocasiones voluntarias de morir en el quinquenio. Me salvaron, afortunadamente, porque creo que no me quería morir, pero había algo que sí quería arrastrarme al otro lado.
Y hubo gente. Hubo personas que me ayudaron y me dieron su cariño y su ayuda. Hubo amigos que se fueron. Hubo otros a los que tuve que dejar. Ahora tengo una pésima vida social pero me siento mejor así, aunque, lamentablemente es enfermizo y daña otras partes de mi existencia.
En ese quinquenio tuve que sacar por todos los medios posibles una carrera adelante y hace seis meses soy abogada. Duré seis años en la travesía. Como tal no es una cuestión muy compleja pero… drogado (porque los medicamentos psiquiátricos no son más que drogas), desanimado y harto de la vida… es realmente complicado salir adelante, y querer hacerlo.
Mi quinquenio me enseñó mil cosas. Hice tantas locuras… me comí al mundo, hice la vida que quise hasta que mi cabeza y mi cuerpo colapsaron en varias ocasiones. Y tengo un libro en huesos para terminar algún día, cuando esté dispuesta a compartir muchas de estas geniales y absurdas experiencias que me enseñaron tanto sobre la existencia, sobre el mundo y sobre mí misma, y así haya perdido mil cosas queridas, he ganado cosas que no pensé que pudiera ostentar en este pequeño universo.
Yo, leyendo desde mi encierro. Un tono agradable
para una situación tan desagradable.
Hice llorar a mi madre tantas veces… pero no porque yo quisiera sino porque sentía mucha tristeza por mí. ¡Hasta hice preocupar a mi padre! Hice que mis hermanos me extrañaran aunque fuera para hacerles cosquillas o cantarles canciones estúpidas. Y extrañé venir a casa. Y extrañé beber, y extrañé perder la cabeza. Extrañé la libertad, las ventanas sin barrotes; la dulzura de mi pequeña cama y los cariños de Lulú (Lulú es mi perrita). También me hacía falta la sopa obligatoria de mi abuela, y sus alcahueterías y regaños ocasionales.
¡Y odie tanto la vida, y la amé tanto más! Y leí, y me perdí en mundos paralelos. Y dejé de leer, porque mi cabeza ya no me dejaba… y fui desdichada. Y así como extrañé antes mi delicioso licor, ahora lo detestaba con toda el alma por haber destrozado parte de mi propia vida. E hice mil intentos diferentes para arrasar con el monstruo. Medicina alternativa, yoga, ejercicios… yo no podía vivir si no tenía un ‘estilo de vida saludable’. Ya es una decisión, no es una obligación.
Yo hago lo que quiera porque la vida es mía, y adoro sentirme ama y señora de mí misma. Y hoy en día me voy a la cama con las gallinas (temprano), tomo juiciosamente la medicación y nunca la oculto bajo la lengua, y tampoco la excedo. Voy juiciosamente con los médicos y me hago mis exámenes de sangre. Este quinquenio me enseñó a querer vivir un poquito más de lo que antes quería. A tener la esperanza de que, antes de que muera, sabrán qué es lo que me pasa y me ayudarán a estar mejor.
Aunque este quinquenio me regaló la hermosa presencia y me enseñó el valor de la soledad, francamente me dio duras lecciones sobre su exceso. Estos cinco años le rompieron una esquina a mi espejito, pero la primavera sigue allí, y nunca se irá, así decida romper el espejo por mis propios medios.

''(...) Todo recomenzará normalmente naturalmente aunque el espejo primavera tenga una esquina rota eso sí la tendrá seguro la tendrá...''

La esquina está rota. Puede que no sea sólo una, pero una parte enorme de mi ‘filosofía’ es el constante sacrificio y el consiguiente renacimiento. El dolor de la muerte sin tenerla cerca y sin esperanza de la misma; el conseguirla en el mismo ciclo vital, y la resurrección encargándome de traer a esa vida un ‘algo’ que, tal vez, pocos de nosotros conocemos.
Porque pocos nos atrevemos a cruzar la puerta.
¿No es ya suficientemente claro?
Porque pocos estamos destinados a la diferencia.
Porque no es un discurso mainstream o adolescente de ‘yo soy raro y diferente a todos’ sino es una cuestión de ‘ustedes desprecian mi condición’. El raro, el asocial, el hipersensible, el pendejo, el imbécil, el idiota, el loco o el enfermo. No es cosa de retener nuestras percepciones o nuestras ideas; es cuestión de aprender que allí hay más de lo que parece ser una simple ‘ideación delirante’, o tal vez un ‘simple’ ‘ataque de pánico’.
Mi quinquenio me enseñó que no hay que etiquetarse. Que la vida la tiene cada cual en su
Yo. Rota. Reluciente. :)
mano y no hay que avergonzarse de quién es uno o de qué siente. Nunca. Y que lo que digan los demás (al respecto) muy pocas veces es acertado, y que puede ser contraproducente.

Cómo los años son capaces de enseñar… y uno, en su ignorancia, es capaz un poquito de aprender…
Quiera la vida que la siga tolerando. Y yo, seguir aprendiendo de ella, y de otras vidas también.

''Es horrible tener tanto miedo pero es más horrible tener que tragarse los aullidos.''


(Todos los fragmentos destacados pertenecen a la misma obra).
K.S. a mayo 21 de 2005.


viernes, 15 de mayo de 2015

Me desaguo

Siento que me pesa el corazón. Y no me pesa en ese hermoso sentido de estar lleno de amor o sentirse a punto de explotar de alegría.

Me pesa el corazón como si estuviera lleno de hierro, y no es el hierro que yo esperaba como aquel que me blindara el alma de fortaleza y de valentía.

Es un peso tan grande, tan inestimable, que siento que si lo sacara y lo dejara sobre el suelo, fácilmente podría abrir un hueco en la tierra. No de dos o tres metros. Quién sabe si llegaría hasta el otro lado del universo o si prefiriera quedarse en algún círculo del infierno.

Me pregunto si aún bombeará sangre al resto de mi cuerpo. Es posible que no, ya que mi cuerpo permanece frío, a veces soportablemente, y en otras ocasiones en una frialdad casi sepulcral. Puedo pasar 4, 5 horas en mi cama, cubierta con varias cobijas y… el calor no llega. No quiere llegar.

(No referencia a autor de la imagen)


Tal vez porque, en vez de sangre, hay agua. Hay agua helada, como la recién salida de un páramo, puesto que no hay nada que la condimente… que le dé un pequeño toque de vida, a pesar de que en sí el agua es vida.

Por eso, tal vez estoy viva como la muerte. Tal vez tengo una vida que pasa sin los encantos de la misma; que me ha alejado de todo aquello y me regala todos los días un enorme vacío en el pecho, un concierto de lágrimas neutras y una enorme ansia de silencio total. Siempre.

La cabeza existe. La mente, la racionalidad. Creo que de eso me queda un poco. Pero es dado saber que también el sentimiento produce una función cerebral. Y parece mi cerebro tampoco es inmune al agua, al agua helada.

Y hablar, y decir, y explicar. Todo es en vano, es un círculo vicioso. Porque toda persona que funciona diferente a quien tiene un cuerpo y un corazón común no puede ponerse en los ‘zapatos’ de otra para entenderla.

Y nuestro sufrimiento, nuestra razonabilidad, nuestra imaginación y creatividad… hasta nuestra propia experiencia, es un drama. Es un cuento que una vez conté y que nadie tiene la certeza de que existió. Y que las lágrimas que despejaron mis ojos fueron falsas, y que todo era una obra teatral.

No quiero hablar sobre el mundo. Hoy no tiene importancia dentro de mi ser. Pero, la intolerancia y la falta de ‘conmiseración’, de ‘paciencia’, de ‘tolerancia’ para con el otro, son otro de todos esos discursos que se inventan, a veces personas consideradas, a veces personas desconsideradas, que deben tener algún interés.

Personas que quieren, tal vez,  inspirar a otras, que llenan a otros de buenas intenciones, y ellos sólo se quedan en el ostentoso castillo que crean bajo un cielo gris, mientras nosotros morimos en la miseria de la realidad, de la realidad en soledad, porque nadie quiere que seamos parte de nada.

Mis dedos funcionan poco. Mi mente ya no desea hablar. Algún artificio extraño y odioso de la existencia me ha hecho un ser despreciable a ojos de los demás. Yo me encuentro agradable a mí misma, pero… duelo. Soy un horrible dolor, y siento cómo ese dolor duele y perfora. A mí también me duele.

Descansaré este pesado corazón de nuevo, fingiendo que el sueño es un buen aliado. Pero no puedo pedir mucho, si bien no quita el cansancio y aumenta las ojeras, paradójicamente, servirá para llevar el pensamiento a otro universo, durante unas buenas horas.

(No referencia a autor de la imagen)

Espero no seguir dejando mi rastro aguado por la casa. Espero no dejar empapada la cama. Prefiero secarme.

Odio derretirme, odio desaguarme…



Firmado como K.S., a 15/05/05.