Sé que lo
que había prometido era una entrada en Lírica Bizarra pero no lo pude evitar. Me
estoy metamorfoseando y… a veces, extrañamente, no me siento siquiera como yo
misma y no me importa revelarme.
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Metamorfosis, realizada con una técnica mixta de collage y gouache sobre papel, obra de Isabel Béjar López |
Ayer,
precisamente, publiqué un par de frases de ‘Primavera con una esquina rota’, un
libro de Benedetti, de los pocos a los que me he atrevido a echar ojo mental
respecto a Latinoamérica. Pero ese no es el lío. El caso es que no puse la
frase porque ‘me pareció bonita’ ni mucho menos. Siempre, casi siempre, todo
tiene una intención escondida.
El
fragmento es el siguiente:
''La
primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rota \ era inevitable
no iba a conservarse enterito después de este quinquenio más bien nutrido \
pero aun con una esquina rota el espejo sirve para la primavera sirve...''
No voy a hacerles un spoiler del libro porque no
quiero dañar la lectura de nadie. El caso es que iba leyendo y… esta parte, la
final del libro, me iba abstrayendo más y más.
Quiero libremente comentarles que hace un quinquenio,
aproximadamente, empezó una de las épocas más dolorosas de mi vida. De mi vida
personal, de lo que tiene que ver solamente con mi persona. Pues, hace casi 7
años todo vino en decadencia desde la enfermedad de mi madre, que es una
luchadora que sobrevivió al cáncer.
Pero, esos años de lucha (porque una persona con
cáncer no lucha sola sino en compañía de sus seres queridos) también dejaron
una enorme huella en mí, como en mis otros familiares. Sólo que yo ya tenía mis
‘problemas de ansiedad sin especificación’ y exploté después de que mi madre
estuvo fuera de peligro.
Ese quinquenio me tuvo 7 veces en el hospital. En el
terrible hospital. Tomé una cantidad de medicación y de tan diversos tipos que
creo que no podrían imaginarlo; me he hecho experta empíricamente en psiquiatría. Mi hígado sufrió graves consecuencias, al igual
que mis riñones. El grado de intoxicación de mi cuerpo fue, y sigue siendo, bastante
alto. Eso, además de altercados que se sufren en esos intervalos y que no
quiero expresar tan públicamente.
Tuve varias ocasiones voluntarias de morir en el
quinquenio. Me salvaron, afortunadamente, porque creo que no me quería morir,
pero había algo que sí quería arrastrarme al otro lado.
Y hubo gente. Hubo personas que me ayudaron y me
dieron su cariño y su ayuda. Hubo amigos que se fueron. Hubo otros a los que
tuve que dejar. Ahora tengo una pésima vida social pero me siento mejor así,
aunque, lamentablemente es enfermizo y daña otras partes de mi existencia.
En ese quinquenio tuve que sacar por todos los medios
posibles una carrera adelante y hace seis meses soy abogada. Duré seis años en
la travesía. Como tal no es una cuestión muy compleja pero… drogado (porque los
medicamentos psiquiátricos no son más que drogas), desanimado y harto de la
vida… es realmente complicado salir adelante, y querer hacerlo.
Mi quinquenio me enseñó mil cosas. Hice tantas locuras…
me comí al mundo, hice la vida que quise hasta que mi cabeza y mi cuerpo
colapsaron en varias ocasiones. Y tengo un libro en huesos para terminar algún
día, cuando esté dispuesta a compartir muchas de estas geniales y absurdas
experiencias que me enseñaron tanto sobre la existencia, sobre el mundo y sobre
mí misma, y así haya perdido mil cosas queridas, he ganado cosas que no pensé
que pudiera ostentar en este pequeño universo.
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Yo, leyendo desde mi encierro. Un tono agradable para una situación tan desagradable. |
Hice llorar a mi madre tantas veces… pero no porque yo
quisiera sino porque sentía mucha tristeza por mí. ¡Hasta hice preocupar a mi
padre! Hice que mis hermanos me extrañaran aunque fuera para hacerles
cosquillas o cantarles canciones estúpidas. Y extrañé venir a casa. Y extrañé
beber, y extrañé perder la cabeza. Extrañé la libertad, las ventanas sin
barrotes; la dulzura de mi pequeña cama y los cariños de Lulú (Lulú es mi
perrita). También me hacía falta la sopa obligatoria de mi abuela, y sus
alcahueterías y regaños ocasionales.
¡Y odie tanto la vida, y la amé tanto más! Y leí, y me
perdí en mundos paralelos. Y dejé de leer, porque mi cabeza ya no me dejaba… y
fui desdichada. Y así como extrañé antes mi delicioso licor, ahora lo detestaba
con toda el alma por haber destrozado parte de mi propia vida. E hice mil
intentos diferentes para arrasar con el monstruo. Medicina alternativa, yoga,
ejercicios… yo no podía vivir si no tenía un ‘estilo de vida saludable’. Ya es
una decisión, no es una obligación.
Yo hago lo que quiera porque la vida es mía, y adoro
sentirme ama y señora de mí misma. Y hoy en día me voy a la cama con las
gallinas (temprano), tomo juiciosamente la medicación y nunca la oculto bajo la
lengua, y tampoco la excedo. Voy juiciosamente con los médicos y me hago mis
exámenes de sangre. Este quinquenio me enseñó a querer vivir un poquito más de
lo que antes quería. A tener la esperanza de que, antes de que muera, sabrán
qué es lo que me pasa y me ayudarán a estar mejor.
Aunque este quinquenio me regaló la hermosa presencia
y me enseñó el valor de la soledad, francamente me dio duras lecciones sobre su
exceso. Estos cinco años le rompieron una esquina a mi espejito, pero la
primavera sigue allí, y nunca se irá, así decida romper el espejo por mis
propios medios.
''(...) Todo recomenzará normalmente naturalmente aunque
el espejo primavera tenga una esquina rota eso sí la tendrá seguro la tendrá...''
La esquina está rota. Puede que no sea sólo una, pero
una parte enorme de mi ‘filosofía’ es el constante sacrificio y el consiguiente
renacimiento. El dolor de la muerte sin tenerla cerca y sin esperanza de la
misma; el conseguirla en el mismo ciclo vital, y la resurrección encargándome
de traer a esa vida un ‘algo’ que, tal vez, pocos de nosotros conocemos.
Porque pocos nos atrevemos a cruzar la puerta.
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¿No es ya suficientemente claro? |
Porque pocos estamos destinados a la diferencia.
Porque no es un discurso mainstream o adolescente de ‘yo
soy raro y diferente a todos’ sino es una cuestión de ‘ustedes desprecian mi
condición’. El raro, el asocial, el hipersensible, el pendejo, el imbécil, el
idiota, el loco o el enfermo. No es cosa de retener nuestras percepciones o
nuestras ideas; es cuestión de aprender que allí hay más de lo que parece ser
una simple ‘ideación delirante’, o tal vez un ‘simple’ ‘ataque de pánico’.
Mi quinquenio me enseñó que no hay que etiquetarse. Que
la vida la tiene cada cual en su
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Yo. Rota. Reluciente. :) |
mano y no hay que avergonzarse de quién es uno
o de qué siente. Nunca. Y que lo que digan los demás (al respecto) muy pocas
veces es acertado, y que puede ser contraproducente.
Cómo los años son capaces de enseñar… y uno, en su
ignorancia, es capaz un poquito de aprender…
Quiera la vida que la siga tolerando. Y yo, seguir
aprendiendo de ella, y de otras vidas también.
''Es horrible tener tanto miedo pero es
más horrible tener que tragarse los aullidos.''
(Todos los fragmentos destacados pertenecen a la misma obra).
K.S. a mayo 21 de 2005.